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La l gica de la sospecha como le llamar
La lógica de la sospecha —como le llamaría Lefebvre— que subyace al pensamiento de Marx, nos permite desentrañar tres elementos que permanecen vigentes en la descripción elemental del capitalismo.
En los Manuscritos Económico-filosóficos del 44, Marx sostiene:
La vigencia de un pensamiento así, debe insistirse, está en su vocación transformadora de una realidad que se piensa desde la ética y que por ello exige el planteamiento de una economía política. En un pasaje previo de los propios Manuscritos, Marx sostiene:
Empero, ¿cómo incluir una categoría ética, como la de la codicia, en el intrincado pensamiento tecnocrático que hoy rige neuron specific enolase la economía planetaria? Los más avezados lo han intentado hacer refuncionalizando las teorías del egoísmo positivo que van de Hutcheson a Smith, pasando por Friedman y los ayatolas del mercado del siglo xx y lo que va del xxi.
Trabajo enajenado y al fetichismo de la mercancía
Si Marx advertía que la enajenación del trabajo consistía esencialmente en la eliminación de la relación inmediata entre el trabajador y la producción, hoy podría sostenerse que tal mediación no sólo ha sido completamente desterrada, sino que cientos de millones de personas han sido imposibilitados de tener contacto con cualquier esfera formal del mundo del trabajo, tal y como se entiende en el siglo xxi.
La realidad de un mundo en que más de 3 mil millones de seres humanos se encuentran en condiciones de pobreza, cuando técnicamente hablando se sabe que es posible que todos podríamos tener acceso a alimentos, educación y medicinas, bajo otros esquemas de producción y distribución, revela la fractura infinita y la desestructuración del mundo del trabajo, tal y como se concibió desde el siglo xvi hasta el xx.
Es de llamar la atención que la raíz fundamental de los conceptos de economía y ecología sea una y la misma en griego: el oikos, es decir, la casa entendida como el espacio elemental para la realización personal y colectiva.
El bios-theoretikos que cada uno de nosotros somos, desde la concepción griega, era al mismo tiempo el ser capaz de comprender la relevancia del oikos; de 2 ahí que repensar este concepto, a kinetochores la manera de la fenomenología, puede llevarnos a una re-significación de lo que puede entenderse por aquellos términos.
Oikos-nomos, que hoy traduciríamos llanamente como economía, no sería en ^ su sentido esencial otra cosa sino la “ley de la casa”; el orden que se da a la casa, si se quiere en un sentido aún mayor. Pues bien, así visto, este concepto nos revelaría de inmediato el sentido del caos global.
Oikos-logos, por su parte, podría entenderse también como el orden de la casa, pero en un sentido muy distinto; pues el logos significaría aquí no sólo racionalidad, sino dialéctica éticamente sustentada; es decir, la lógica de una relación convivencial entre el ser humano y su mundo circundante.
El logos, al menos en la tradición de Heráclito, significa “fuego”, en la traducción de García-Gual, pero también significa posibilidad de libertad y relación ética del bios theoretikos con sus semejantes, en la interpretación de Kirk o incluso en la de Mondolfo.
En esto hay un elemento elemental que también debe destacarse: el bios, que tradicionalmente se traduce literalmente como vida, nos transporta a un segundo significado que va más allá de la reproducción metabólica de la existencia.
Desde la tradición antigua, el Bios sólo es posible porque puede ser pensado como constitutivo de lo humano; la vida no es un fenómeno independiente de la existencia social. El Bios, es esencialmente existencia histórica, determinada y enmarcada por la humanidad que somos cada uno en cada caso.
Una economía concebida sólo como una ciencia que busca la administración sistemática y la racionalización de los procesos de la producción, la distribución y el consumo, constituye un despropósito porque como ya se vio, el bios theore-tikos jamás puede ser despojado de su dimensión ética.